MANU GINÓBILI: "De Bahiense del Norte, a los aros del Mundo"

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Todos sabemos que Bahía Blanca y el básquetbol son sinónimos. Y si alineamos a estos dos conceptos, seguramente, y más en los tiempos que corren, se nos viene a la mente un referente, un estandarte de nuestra ciudad y del deporte en general, como lo es Emanuel Ginóbili.

La ciudad que lo cobijó, que lo vio crecer y que durante su juventud, fue una fiel espectadora de sus primeras bandejas y fintas allá por los '80, y que lo vio madurar como jugador en los '90, le estará de por vida agradecida por tantas alegrías y triunfos heroicos, que enriquecen al deporte argentino en su magnitud. Su historia en el básquet, que a veces parece rozar lo literario, lo poético y por que no lo fantástico, dio comienzo un 28 de julio de 1977. Ese mismo día, el mundo le daba la bienvenida al mejor jugador de básquet argentino de todos los tiempos. En el amanecer de ese día, nadie se percató de la importancia de este hecho, aunque con el paso del tiempo, “Manu” se encargó por si sólo, de que esa fecha sea recordada por los siglos de los siglos.
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Bahiense del Norte fue, es y será el club de su vida. La institución de calle Salta, fue la que le permitió dar a Emanuel sus primeros pasos en el mundo del básquetbol. Un club que es cuna de grandes jugadores, justamente Ginóbili no podía ser la excepción a la regla. En Bahiense fue donde se formó el fantástico jugador que es hoy. En 1992 integró el plantel del seleccionado de infantiles y a los 16 años ya jugaba en la Primera División de los Tricolores. Luego llegó el turno de la selección de juveniles, y a los 18, debutó en la mismísima Liga Nacional (LNB), jugando para Andino de La Rioja. Más tarde, se consagraría en Estudiantes de Bahía, siendo gran partícipe de la última gran campaña de los Albos en la elite del básquet argentino en 1997, llegando a las semifinales de dicho campeonato.
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Inmediatamente, en el 98, Manu armó las valijas y partió hacia Europa, para demostrar sus condiciones y regalar su dosis de buen juego a los amantes del deporte de la anaranjada en el viejo continente. En primera instancia, jugó para un club de la Serie A2, el Viola Reggio Calabria. En su primera temporada (la 1998/99) logró el ascenso a la Serie A1 y, finalizada la siguiente en la 1999/2000, fichó por uno de los conjuntos más importantes de Italia y Europa, el Kinder Bolonia. Defendiendo sus colores, en las dos siguientes temporadas ganó una Euroliga (2001), una Liga italiana (2001) y dos Copas de Italia (2001 y 2002). Así, Emanuel demostraba que estaba para un nivel aún más superior, y que la NBA, la mejor y más espectacular liga del mundo, era su destino. En 1999 fue elegido en el draft para los San Antonio Spurs, y de esta manera Manu comenzaba a deleitar a los yankis con sus grandes dotes para jugar de escolta y alero, sumado a su notable tiro externo y su sobresaliente capacidad para anotar en la zona pintada rival, gracias a sus espectaculares penetraciones definidas con sutiles bandejas.
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En San Antonio se vio a Ginóbili en su plenitud, mostrando un nivel colosal en su juego, que solo algunos privilegiados son capaces de sacar a relucir. Comenzó sumando minutos y se amoldó a la perfección en un equipo repleto de figuras como Tim Duncan, David Robinson y Tony Parker, entre otros, bajo la conducción de Greg Popovich. Sin dudas aquí fue su consagración. Es el primer argentino en lograr un añillo dorado en la NBA, en la temporada 2002/03 y también el único en disputar un “Juego de las Estrellas”. Luego repitió en la 2004/05, ya sin Robinson, y siendo pieza clave del equipo, marcando por ejemplo, 48 puntos en un mismo partido el 21 de enero de 2005 frente a los Phoenix Suns, con estadísticas que dan miedo: 11 de 12 en libres, 11 de 15 en dobles y 5 de 7 en triples. Por último, y con la compañía de otro argentino, Fabricio Oberto, Emanuel Ginóbili se quedó con otro título en el año 2007, poniéndole más laureles, a su exitosísima carrera deportiva que sigue recogiendo logros y satisfacciones.
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Como en las décadas de los 60 y 70, Alberto Beto Cabrera, José De Lizaso y Atilio Fruet, quiénes conformaron un tridente temible en los seleccionados bahienses, de provincia, y algún que otro nacional, Emanuel Ginóbili junto a Juan Ignacio Pepe Sánchez y Alejandro Montecchia, tomaron la posta y juntos escribieron las páginas más gloriosas del básquet argentino en la última década. Subcampeones y cuartos en Indianápolis 2002 y Japón 2006 respectivamente, y obteniendo la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y la de bronce cuatro años más tarde en Beijing (ya sin Sánchez y Montecchia, pero con el bahiense Sergio Hernández como entrenador), con victorias incluidas a los Estados Unidos, la Argentina se posicionó como uno de los mejores seleccionados del planeta. Por supuesto, que Ginóbili comandaba a este verdadero Dream Team, convirtiéndose con el pasar de los partidos y en la medida que iba adquiriendo experiencia, en la figura, y en el referente y caudillo del equipo. La carrera de Manu, a esta altura del partido, definitivamente no tiene techo. Y él, a su vez, sobrio y exigente consigo mismo como todo gran deportista, no se pone límites y parece no conformarse con lo conseguido…
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Por esto y por mucho más Ginóbili es el "Maradona del básquet" (de hecho su antológico doble sobre la chicharra frente a Serbia y Montenegro en las Olimpiadas de Atenas, fue comparado con aquel gol de Diego a los ingleses en el '86). Porque a pesar del estrellato, es un tipo gentil, bien aprendido y educado. Porque a “la buena prensa” que lo elogia permanentemente, se la ganó con sudor, esfuerzo y calidad. Porque nos hizo y nos hace deleitar y emocionar con sus proezas y sus maravillosas jugadas. Porque cuando a los bahienses nos pidan una razón (de las tantas que existen está claro), por la cual la ciudad a la que pertenecemos es reconocida como la “Capital Nacional del Básquetbol”, nosotros orgullosos responderemos simplemente, “Emanuel Ginóbili”.


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