FERRO: "El grande que no fue"

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Ferro Carril Oeste, un club de barrio que fue modelo en la década de los '80 por su calidad dirigencial y sus logros deportivos, y que en la actualidad se encuentra sumergido en una profunda crisis. Una humilde institución que en sus "tiempos dorados" logró lo que, hasta ese momento, parecía imposible: cortar con la total hegemonía de los clubes más poderosos. Una historia marcada por grandes triunfos y duros golpes, merece su espacio. Una pasión surgida en el corazón del barrio de Caballito, y bien teñida de verde...
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Si en cualquier café del país se establece una charla entre "futboleros de ley", y si el tema en cuestión es repasar cuales fueron los clubes que marcaron una época, Ferro y los ’80 sin dudas, son dos gotas de agua. Un club humilde fundado el 28 de julio de 1904 por noventa y cinco empleados del ferrocarril, que se reunieron en una asamblea y decidieron nuclearse para jugar al fútbol. La primera camiseta fue blanca con una banda oblicua roja y un corazón rojo en su pecho, que fue cambiada 4 años después por una marrón con los puños y el cuello celeste, obsequiada por la tripulación de un barco inglés que disputó un partido amistoso contra el equipo. Pero a partir de 1909, debido a los malos resultados y como símbolo de un futuro mejor, adoptaron el color verde, que identificaría a la entidad de Caballito de por vida. De allí mismo surge el apodo “los verdolagas”. Ascendió a Primera División en 1912 y fue en 1931 uno de los pioneros del Profesionalismo, además de otorgarle a lo largo y a lo ancho de su historia, grandes futbolistas a nuestra selección nacional, tal es el caso de Jaime Sarlanga, Silvio Marzolini, Antonio Roma, Gerónimo Saccardi, Oscar Garré, Alberto Márcico, Héctor Cúper y Roberto Fabián Ayala, entre otros.

Ferro, desde el vamos, siempre se caracterizó por pelear en las últimas posiciones, pero desde el subcampeonato obtenido en el Metropilitano de 1981, impuso presencia y marcó un estilo, en un fútbol tan competitivo como el argentino. Ganó títulos, y despachó a los equipos con mayor historia y renombre. El cambio que la institución "verde" impuso a comienzos de la década del 80’, fue una de las causas principales que marco el fin del lirismo en que se sumergía el fútbol argentino desde fines de los años ’60. Este tipo de política futbolística se caracterizaba por una vuelta a las fuentes, es decir, volver a desarrollar dentro de la cancha un juego más vistoso y de ataque, basado en una estrategia de vocación ofensiva, luego del periodo en que las técnicas defensivas implementadas luego del mundial de Suecia en 1958, se apoderaron del fútbol argentino. La llegada de Carlos Timoteo Griguol a Ferro y de Carlos Salvador Bilardo a Estudiantes de la Plata, discípulos de una escuela que tenia la táctica como estandarte (Spinetto y Zubeldia), propició un cambio muy grande, ya que la "mecanización" que lograron sus equipos, fue la carta más importante para llegar a lo mas alto del fútbol nacional. Sus equipos no lucían, pero eran muy efectivos y ordenados. Con respecto al ámbito institucional, una de las claves de la evolución del club, fue darle más importancia a través de sus dirigentes al cuidado de las divisiones inferiores, como también contar con un grupo dirigencial comprometido con la causa, que no trabajaba basándose en lograr beneficios propios, sino pura y exclusivamente por el bien de la institución y por amor a la camiseta, siendo comandado a la perfección por su presidente Santiago Leyden.
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Éste, logro mantener una política austera y responsable que caracterizó a Ferro durante su historia, en contraposición a las administraciones de los conjuntos denominados "grandes", quienes en busca de jugadores para mantenerse en los primeros planos, embargaron su futuro, al igual que muchos inversionistas debido a la gran crisis económica que sufría el país, principalmen
te recién finalizado el Gobierno Militar (el deterioro político y económico del país llevó a Boca Juniors y a River Plate, por ejemplo, a tener que desprenderse de sus máximas figuras: Diego Armando Maradona partió de Boca al Barcelona, y Ramón Díaz y Daniel Alberto Passarella de River al Nápoli y a la Fiorentina, respectivamente, para saldar sus deudas).
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Ferro Carril Oeste, en una época en la que en la Argentina no existían procesos serios encaminados al bien común, basándose en el sacrificio y el orden, logró llegar a la cima del fútbol nacional, obteniendo los certámenes nacionales de 1982 y 1984, lo que demandó que “los verdolagas” sean considerados los precursores de un gran cambio en el deporte que más nos identifica a los argentinos. Gerónimo Cacho Saccardi, Carlos y Héctor Arregui, Héctor Cúper, Oscar Garré, Juan Rocchia y el Beto Alberto José Márcico fueron algunos de los baluartes de éste equipo que hizo historia y que, más importante aún, fue un ejemplo a seguir, a tal punto que por aquellos años de gloria, Ferro llegó a la suma de 48.000 socios, además de contar con uno de los estadios más cómodos del país, el Arquitecto Ricardo Etcheverry. “Ese Ferro campeón es inigualable. Hoy sería mucho más difícil lograr lo que nosotros hicimos. Con la cuestión de las ventas todo lo complica.
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El ejemplo de Ferro en los ’80 es el reflejo de los trabajos a largo plazo, cosa que no se respeta en la Argentina de hoy”, dice el gran Griguol. Juan Rocchia, por su parte, agrega “el éxito de ese Ferro se basaba fundamentalmente en lo que pretendía Griguol y en la preparación física. Todos los equipos hacían pretemporada, pero como la nuestra ninguno, a veces eran hasta dos pretemporadas por año, cosa que se copió más tarde. Eso repercutía mayormente en los segundos tiempos. Y el respeto y la seriedad en el trabajo eran nuestros pilares”.


El domino verde no solo se vio reflejado en el fútbol, sino que los títulos y galardones llegaron también en el voley logrando cuatro dobletes consecutivos en Liga Nacional y en el Campeonato Sudamericano (1986, ’87, ’88 y ‘89); y principalmente en básquet con tres Ligas Nacionales (1985, ’86 y ‘89) y tres Campeonatos Sudamericanos (1981, ’82 y ‘87) con Miguel Ángel Cortijo como una de sus máximas figuras y dirigido técnicamente por un revolucionario del deporte de la anaranjada en nuestro país, propulsor de la Liga Nacional, León Najnudel. Ferro, sin dudas, era cosa seria.

Aunque a pesar de tantos festejos y epopeyas deportivas e institucionales, bien pegada a la mejor etapa de Ferro de su historia, llegó la peor, la impensada. Los años ’90 fueron los que le quitaron a la entidad de Caballito “la fórmula del club ideal”. Las finanzas comenzaron a flaquear, los socios cada vez eran menos y la inflación arrasaba al país. El período de decadencia de Ferro, originado por una sumatoria de malas administraciones, se resume con el peso de los números: en 1981 se había alcanzado el récord de 48.000 socios; hoy son sólo 12.800 (9.800 activos y 3.000 vitalicios). Además, en los buenos años se formaban largas colas para anotar a los niños en las famosas colonias "Vacaciones Alegres", que superaban los 8.500 inscriptos; mientras que en la última colonia de verano apenas hubo 1.500. En la época de oro, los balances siempre cerraban y las obras en el club se multiplicaban. Por estos días, no hay margen para las obras, y la palabra “Pasivo” merodea cotidianamente en los pasillos de la institución.
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Con esta realidad económica, Ferro tuvo que luchar contra viento y marea para permanecer en la elite del fútbol nacional, hasta decretarse el inevitable descenso en el año 2000, cayendo al año próximo de la B Nacional a la B Metropolitana, la tercera categoría del fútbol argentino. En 2003 y después de mucho sufrimiento, el verde pudo retornar al segundo escalafón siendo éste, un pequeño consuelo después de trece años plagados de derrotas deportivas, y de las otras…

“Cuando Ferro bajó las dos categorías estaba muy triste, me dolía muchísimo. Ahora al menos se pudo mantener en la B Nacional, y quizás dentro de poco pueda retornar a Primera, porque su historia lo indica, y porque su gente lo merece” afirma el “Beto” Alberto José Márcico, el último ídolo que tubo la institución verde, aunque al mismo tiempo agrega “el club todavía está muy lejos de ser el que fue”. Para colmo de males, el básquet y el voley de Ferro desaparecieron de los primeros planos, convirtiéndose en un puñal más (y van...) al corazón de los simpatizantes verdolagas.

Muchos intentarán buscarle una respuesta al porqué del declive de Ferro. Un club que fue un verdadero ejemplo, no solo para el deporte local, sino que fue conocido y admirado sin límite de fronteras. Una institución que, como muchas otras, la realidad del país lo tocó de cerca y le dio la espalda. Lejos están aquellos momentos en los que solo el equipo se preocupaba por ganar. Ahora los dirigentes del verde luchan por “seguir jugando” y que el club salga a flote. No queda otra que mirar para adelante, y dejar de lamentarse por lo que pudo haber sido y finalmente no fue, “el grande que no fue”. Los títulos ya no están, pero la pasión sigue latente, a flor de piel. En el barrio de Caballito, hay un gigante dormido, llamado Ferro Carril Oeste.